Diaries of a askward. {Cancelada.

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Siento la campana que indica el comienzo de la jornada de clases, busco mi libro de matemática dentro de mi casillero y luego de esto, lo cierro para dirigirme a clases.

Siempre fui del tipo de chica que caminan mirando al suelo, no me creo lo suficientemente buena como para levantar la cabeza con aires de superioridad. Veo el cordón de mi converse desatado y me agacho a hacer la moña, cae mi cabello sobre mi ojo izquierdo de manera indeseada, por lo cual cuando me levanto, no noto que alguien venía en mi misma dirección, choco y voy al suelo “maldición” murmuro.

-Oye cuidado- Sentí una voz masculina y otras risas.

-Yo… lo… lo…- No terminé de hablar ¿Por qué demonios no podía concretar una frase? Me maldije internamente mil y un veces hasta que la mano del chico, se estiró hacia mí, había una cruz tatuada en ella ¡Demonios! Miller, Austin Miller “trágame tierra”. Había visto a ese chico comportarse como un patán incontable cantidad de veces ¿Y cómo no? Era perfecto, el idiota tenía derecho a comportarse como quisiera, era un niño rico, popular, mi antítesis básicamente.

-Descuida ¿Estás bien?- Pensé en responderle con un “¿De veras te importa?” pero por dos motivos no lo hice: 1- Estaba tratándome bien, por más popular que sea y 2- ¿A quién quiero engañar? Jamás me atrevería a responderle así a alguien como él, por lo cual penosamente, solo asentí y tomé su mano para que me ayudase a levantarme y eso hizo.

-Gracias- apenas crucé mi mirada con la suya, nunca había notado que sus ojos eran tan bellos, a decir verdad nunca lo había tenido cerca, era más lindo que como se veía a través de su perfil de facebook, sí, soy su stalker aunque jamás le enviaría una solicitud de amistad.   

-Ya, vamos Austin- La rubia que iba a su lado interrumpió mi penoso pensamiento.

-Emm…- Él simuló toser dirigiendo su verde mirada hacia su mano.

-Lo siento- Dije rápidamente y lo solté. ¿Cómo puedo ser tan torpe? Había quedado como tonta tomando su mano mientras él me hechizaba con su mirada y su “amiga” se reía de mí y a la vez me miraba con mala cara.

 

***

 

Luego de haber superado el incómodo momento que había vivido en el pasillo con Austin Miller, llegué tarde a clase por primera vez en mis seis años de secundaria. Siempre había sido puntual básicamente porque soy demasiado responsable con eso y además porque odio recibir la atención de toda la clase justo como me estaba sucediendo en ese momento. Atravesé las puertas del salón y todos me miraban como si fuese un bicho raro, si, puede que lo sea.

 

Al fin termina el día de clases, había tenido peores mañanas que esa, pero haber sido el centro de atención en dos oportunidades había sido demasiado incomodo, más para alguien como yo.

Me vi obligada a pasar por la cafetería ya que mi estómago rugía de hambre. Para mi suerte el lugar estaba vacío, no es que fuera antisocial pero… ¿A quién quiero engañar? Sí, soy algo antisocial, y además odio tener que esperar, así que ser atendida de inmediato sería un placer.

 

-Kris ¿Qué te trae por aquí?- Me pregunta Ronnie con amabilidad. Debe ser el chico más simpático del planeta, y el único que no me hace sentir incomoda, podría apostar a que me dobla la edad ya que desde que entré al secundario atiende en la cafetería, pero siempre se lo ve igual.

-Mi estómago ruge- Me encogí de hombros apoyándome en el mostrador.

-Oh, creí que tenías ganas de verme- Simula tristeza pero no oculta su sonrisa, de seguro moriría de hambre si quisiera dedicarse a la actuación.

-Siento desilusionarte- Suelto una leve risa antes de retomar el diálogo –Café negro y un sándwich ¿Es posible?

-Enseguida- Dice antes de darse la media vuelta para preparar mi pedido.

Me siento en una mesa junto a la ventana que da al patio del secundario, lo cierto es que el lugar está vacío, el turno de la mañana ha terminado y quienes llegan a la tarde deben de estar entrando a clases ya, es uno de mis momento favoritos, donde no hay mucho ruido y puedo almorzar tranquila, ya que en casa también se me hace difícil si está mi madre dando lecciones de piano a alumnos amateurs que tocan menos que un simio con los ojos vendados.

La maestra Jackson ingresa a la cafetería con varias carpetas bajo su brazo. Aunque su materia no es mi favorita, ya que mi fuerte nunca fueron los números ella es una de mis docentes favoritas. Es amable, simpática y muy buena a la hora de explicar fórmulas matemáticas, las cuales parecen tener sentido cuando salen de su boca.

Al verme, me dedica una sonrisa en forma de saludo a la cual respondo de igual manera.

Minutos más tarde, mientras bebo a sorbos mi delicioso café luego de haber devorado aquel sándwich, me encuentro perdida en mi mundo, un mundo paralelo que es absolutamente perfecto mientras leo por enésima vez uno de mis libros favoritos “el principito”. Lo he leído en diferentes etapas de mi vida y cada vez que lo releo le encuentro un nuevo significado a cada frase, me encanta.

Un rato pasó, no sé bien cuanto, pero me distrae un fuerte trueno que me hace mirar hacia afuera, podría jurar que la última vez que vi por la ventana había sol, ahora, el cielo está cubierto por nubes grises amenazando que lloverá en breve. Opto por juntar mis cosas e irme a casa, no tengo ganas de mojarme, tal vez George, el alumno de mamá de la tarde falte si llueve, es un niño de 9 años, si yo fuera su mamá no lo dejaría salir con lluvia, una leve sonrisa se formó en mis labios ante tan estúpido pensamiento.

Me pongo la mochila al hombro y me levanto tomando la bandeja para dejarla sobre el mostrador, Ronnie odia que haga eso, ya que es su trabajo, pero es simple costumbre y además no me cuesta nada. Voy a salir de la cafetería pero me detengo al escuchar mi nombre y volteo.

 

-Señorita Chapman, espere por favor- Me habla la maestra Jackson quien se levanta de su asiento con sus carpetas -¿Tienes un momento?- Pregunta con amabilidad mientras con su mano libre baja su falda tubo hasta sus rodillas.

-Si claro.

-Déjame decirte que estaba revisando las pruebas y me encontré que no has llegado al promedio deseado, lo siento- Dice con algo de pena  “mierda” pienso y apenas resoplo sin saber muy bien que decir –Se que te esfuerzas, pero te cuesta mi materia, por eso, se me ocurrió que si estás de acuerdo, podría conseguirte un tutor-

-Como usted quiera- me encogí de hombros, nose si era una buena idea, pero tampoco quería contradecirla.

-Es más, tengo a alguien en mente, es un alumno excelente y creo que aceptaría sin problemas-

-Está bien maestra Jackson- No quiero un tutor, aunque siempre quise un amigo nerd, tal vez lo consiga si acepto.

 

Abro la puerta de casa y apenas entro dejo la mochila a un lado justo bajo el perchero, la lluvia había comenzado, pero por suerte casi no me mojé ya que aun era muy leve. Siento un exquisito aroma que proviene de la cocina, mi mamá es realmente mala cocinando aunque ella crea lo contrario “¿Habrá ocurrido un milagro?” pienso y me asomo a ver quien está en la cocina.

 

-Lo sabía- Pienso en voz alta acercándome a la mesada donde había un paquete, mamá es la mejor amiga del delivery, a menos se da cuenta que es mala cocinando y no nos da su comida, aunque papá protesta por los gastos pero ni loco se acerca a una cocina.

-Hola Kris- Siento la voz de mi madre y me acerco a saludarla.

-Hola má.

-¿Cómo te fue hoy?

-Como siempre- levantó mis hombros con indiferencia  -voy a mi cuarto antes que venga George.

Subo las escaleras, como de costumbre, paso por el baño a lavar mis manos y me dirijo luego a mi habitación, enciendo la computadora y me siento frente a ella.

Luego de un rato de stalkear las cuentas de algunos de mis compañeros, incluyendo a Austin quien no ha subido nada nuevo me aburro y enciendo el equipo de música en mi emisora favorita para escuchar algún tonto programa radial, tan poco entretenido, que al poco rato, quedo dormida.  

Una de mis típicas sonrisitas se posó en mis labios mientras veía a mi hermano llegar al lado de Sophie a nuestra mesa en la cafetería.
Era consciente de las miradas a nuestro alrededor, producto de la poco deseada popularidad. Eran pocas las veces que me había realmente gustado toda la atención que nos daban las otras personas de la escuela, ni si quiera entendía porque habíamos llegado a ser tan populares como éramos pero gracias a que tenía sus ventajas, no me quejaba.
La situación entre Sophie y mi hermano —pensé mientras me acomodaba en el regazo de Brandon, mi novio— tenían una relación bastante extraña. Ellos hacían una muy buena pareja. Yo lo creía. Brandon lo creía. La escuela lo creía. Pero a veces mi hermano podía llegar a ser un idiota y no darse cuenta de que mi mejor amiga era la mejor chica que podría conseguir en la escuela.
El ruido de las sillas moverse y conversaciones nos rodeaban mientras duraba el periodo de almuerzo. La mesa “popular” estaba llena de futbolistas y porristas y nosotros, los “más populares” sentados en medio de todos, alimentándonos de la poco merecida fama. Brandon en una de las muchas sillas y yo sobre su regazo, fingiendo una sonrisa cuando todos lo hicieron ante algún tonto comentario que había hecho mi hermano, Sophie sentada a su lado sobre la mesa, mostrando unos claros ojos de borrego enamorado de los que mi hermano no se había dado cuenta.
No.
Él podía ser todo menos estúpido. Simplemente decidía pasarlo por alto.
Deje mi vista pasar por todas las pequeñas mesas a nuestro alrededor, topándome con más miradas curiosas de las que habría deseado. Realmente no entendía nuestra posición en la organizada jerarquía de la secundaria. Comparándonos con los deportistas que se esforzaban todas las tardes en el campo, o las porristas que daban todo por animar en cada juego, o incluso esas chicas que se pasaban todo el verano haciendo dieta y gastando cada centavo de su mesada para conseguir ser invitadas a una de nuestras fiestas, con el sueño de pasar una noche con uno de mis amigos y luego vivir en la fantasía de un romance que nunca pasara.
Austin y yo siempre habíamos sido los Miller. Los más populares de donde fuéramos, sin la necesidad de mover un solo dedo. Nunca pensaría en ser una estúpida porrista o torturarme el estómago día a día para ser delgada —afortunadamente había sido bendecida con un rápido metabolismo y podía comer todo lo que quisiera— y a pesar del deportivo cuerpo de mi hermano —basado en los suspiros en el baño de chicas y las desesperadas peticiones de chicas que ni conocía para presentarles a Austin— sabía que él no sería capaz de arruinar su rostro con los moretones ocasionados en un juego rudo. Simplemente habíamos nacido con el don de la popularidad.
—¿Bebé? —la voz de Brandon en mi oído me distrajo de mis pensamientos y me hizo volver a la bullosa cafetería y toparme con los ojos curiosos de toda la mesa
—Uhm… ¿Qué? —pregunte parpadeando y apoyando los codos sobre la mesa. Mi bandeja de comida descansaba abandonada al frente mío —¿Decías algo?
—Te estaba preguntando si querías ir a la playa luego de la escuela —Esta vez era Sophie la que me hablaba. Entrecerrando los ojos con acusación ante mi comida. Era extraño que yo no comiera mucho y más aún que ignorara el pudin de chocolate que había llevado de postre. Sabía que me esperaba una larga interrogación sobre algún problema de pareja inexistente y le tendría que inventar alguna falsa pelea entre Brandon y yo que, a pesar de al fin lograr que me deje en paz, la tendría lanzándole miradas molestas a mi novio.
—Seguro —dije sin pensarlo.  Un viejo amigo de Austin, del que no tenía recuerdo alguno pese a la insistencia de mi madre de que solía pasar mucho tiempo con él y mi hermano, llegaba para quedarse a mi casa durante todo el resto del año y mientras más tiempo pasara lejos de esta y mis padres forzándome a aparentar  una familia feliz aún más duro de lo que ya hacía era mejor para mí.
La mesa volvió a su bullicio común, con los deportistas lanzándose comida de un lado a otro, las porristas hablando con voces extremadamente chillonas, Sophie y mi hermano toqueteándose bajo la mesa en una supuesta magnifica discreción y el resto de nuestros amigos conversando sobre su fin de semana en Aspen o el nuevo deportivo que les habían comprado. Un bajo susurro de Brandon en mi oído me dio un escalofrío a lo largo de la espalda mientras pasaba sus manos alrededor de mi cintura —¿Segura que estas bien? —pregunto, haciéndome girar mi cuerpo hacia el suyo, quedando con ambas piernas rodeándolo. Sentí sus labios posarse en los míos ante mi asentimiento y dirigí una pequeña miradita furtiva a nuestro alrededor para asegurarme de que no había nadie viéndonos. Aparte de un par de frikis morbosos lanzando miradas ocasionales a nuestro lugar para poder saber qué hacer en su muy esperado primer morreo, todos estaban centrados en sus tareas, así que me decidí a seguir mi misión “levantando el ego a tu novio” libremente. Yo era totalmente de rechazar las demostraciones públicas de afecto, pero el saber que un chico con el que mi madre se moría por juntarme había hecho estragos con su ego y había decidido ponerme un poco más cariñosa para quitarle cualquier sentimiento de inseguridad. Hasta ahora había sido difícil —Yo tenía en mente pasarme por tu casa en la tarde —susurro acercándose a mi oído, jugueteando con mis mechones de cabello. Gire la cabeza para poder rodar los ojos hacia Sophie, sacando la lengua en una exageración de asco. Yo podía amar a Brandon pero había momentos en los que realmente me abrumaba.
—Hoy llega Thomas —le recordé, pasando las manos a lo largo de su rostro para tratar de distraerlo. No funciono. Sentí su cuerpo tensándose apenas pronuncie su nombre y lleve mis labios a los suyos inmediatamente, haciendo control de daños.
Supe que estaba bien tan pronto trato de profundizar, llevando sus manos alrededor de mi cintura y presionándome contra el en una fuerza estranguladora. Iugh. Los chicos enserio solo pensaban en sexo. Me separe de él tan pronto la campana que indicaba el final del almuerzo sonó y di un pequeño brinco fuera de su regazo para tomar a Sophie del brazo y jalarla hasta la puerta para dirigirnos a nuestra próxima clase.
—Te veo a la salida, bebé —grite para hacerme notar sobre la bulla de las sillas arrastrando el piso y voces desesperadas por contar el ultimo chisme. Brandon se encontraba rodeado de los futbolistas y algunos de nuestros otros amigos, recibiendo unas cuantas palmaditas en la espalda, en modo de “felicitación masculina” por lo que había pasado minutos antes. Claro. De todos menos de Austin. Eso sería realmente extraño. Vi los ojos de mi novio iluminarse después de escuchar mi voz y lanzarme un beso, esperando que haga la estúpida dinámica que vimos en una película el mes pasado. Con la más falsa sonrisa que había logrado en toda la semana atrape el beso en el aire y lo pegue en mis labios.
Tan pronto las puertas nos dieron la despedida me sentí libre de la mueca de desagrado que luchaba por salir media hora antes, la burla de Sophie a mi lado me dio ganas de darle un puñetazo.
—El amor, el amor —grito entre risas.
—Ese chico me va a dar diabetes —me queje mientras nos dirigíamos a nuestras taquillas para coger nuestros libros de Matemáticas. Cuando había conocido a Brandon, era el chico rudo y rebelde que estaba con todas pero nadie podía conquistar.
Hasta que los Miller llegaron a la ciudad y cayo rendido a mis pies incluso antes de saber quién era. Amaba a Brandon, pero a veces lograba ser tan repulsivamente dulce que no hacían más que darme ganas de botarlo.

07:45 a.m -¡Maldita sea!-  Exclamo al darme cuenta que me quedé dormida. Me levanto de inmediato dando un salto de la cama, tropiezo con las sábanas que estaban enredadas en mis piernas -¡Mierda!- Maldigo en voz alta y aparto todo de mi camino en mi veloz huída al baño.

Luego regreso a mi habitación y me visto, me subo los jeans con tanto apuro que en un cinchón siento como la tela de mi trasero se rasga -¿Algo más me puede pasar?- Gruño con enojo mientras me quito el maldito pantalón para ponerme otro. Odio madrugar, odio el secundario y empezar el día llegando tarde, sin contar que acabo de romper mi jean favorito es muy malo. Luego de unos cuantos insultos y bufidos me termino de vestir. Mi estilo es demasiado casual, jean, remeras con estampas de bandas o frases irónicas y siempre converse con alguna chaqueta de jean, sweater o campera, hoy está fresco, por lo cual tomé la campera del secundario y me la coloco antes de salir de la habitación con la mochila colgada al hombro.

Ya estoy a punto de salir de casa cuando me doy cuenta que no me peiné  y ni siquiera até mi pelo. Una maldición más sale de mi boca, corro en busca de un colero, me ato el cabello y ahora sí, sin siquiera comer nada salgo rumbo a la parada del autobús.

Cinco minutos, diez, quince estuve esperando el maldito autobús. Si tan solo hubiese llegado cinco minutos antes a la parada en este momento no me encontraría parada frente a todo el salón explicándole al profesor el porqué de mi llegada tarde.

Me manda a tomar asiento y eso hago. Algunos ríen, otros ni siquiera notan mi presencia, para ser sincera, prefiero la segunda opción, ser invisible es mejor que ser la burla del salón.

Toca el timbre del receso y como de costumbre, espero a que todos salgan por lo cual me quedo sentada simulando que veo algo sumamente interesante en mi celular cuando la verdad es que solo observo el fondo de pantalla donde se encuentra una foto de mi gata Rita y mi perro Ron, si, muy original, Rita y Ron, como el dibujo animado de los ’90.

Levanto apenas la mirada con disimulo para darme cuenta que ya no queda nadie en el salón por lo cual es hora de salir.

La última hora de clases llegó, matemática en manos de la maestra Jackson. Mientras pone unos cuantos ejercicios en el pizarrón copio y apenas termina la veo caminar hacia el banco de Miller. Le dice algo por lo bajo y el asiente con la cabeza pero cuando ésta voltea pasa una mano por su cabello en forma de frustración.

La clase termina cuando el timbre suena, el salón comienza a vaciarse mientras termino de copiar lo que está escrito en la pizarra para darme cuenta que la maestra Jackson una vez más hablaba con Miller, esta vez, él está parado junto a su escritorio.

-Señorita Chapman ¿Puede venir por favor?- preguntó la voz de la profesora y yo asentí levantándome de mi banco con mis libros abrazados a mi pecho, esto era demasiado extraño, no yo hablando con la maestra a final de clases, sino que Austin Miller estuviese allí ¿Porqué? ¿Por qué no estaba con su maldita novia o con sus amigos populares en vez de quedarse allí después de clase? Él es un chico popular, debe tener muchas cosas que hacer, no sé, eso se supone que hacen los populares, que estúpido pensamiento. Cuando al fin estuve parada frente al escritorio la maestra habló.

-Kristine…- comenzó a hablar, demonios, pronunció mi nombre completo, eso era lamentable, odiaba mi patético nombre y ella lo decía delante de Miller, si, otra vez yo siendo estúpida -¿recuerdas que habíamos hablado anteriormente sobre conseguirte un tutor para la materia?- asentí con la cabeza mirando al sexy Austin Miller de reojo mientras él solo estaba parado ahí demostrando aburrimiento mientras jugaba con sus manos. –Bueno, pues Austin se ha ofrecido amablemente en serlo- imagine mi rostro como el de un dibujo animado cuando se sorprende, que su boca se abre hasta caer contra el piso, así de patética debió ser mi cara ya que Miller contuvo una risa al verme y luego miró al suelo una vez más. -¿Está de acuerdo señorita Chapman?-

-Pues yo… - no terminé de hablar cuando Miller interrumpió.

-Oigan no quiero ser grosero, pero tengo cosas que hacer y debo irme pronto ¿Podríamos comenzar con esto mañana?- quiso sonar amable aunque era claro que solo estaba intentando ser cortés con la profesora, igualmente no me importó.

-Claro Austin, pero sería bueno que mañana hablaran acerca de esto para hacer coincidir sus horarios y empezar con la tutoría- el asintió sin más, de seguro quería salir corriendo. –Ya, pueden irse-

-Ok, adiós- levantó la mano en forma de saludo antes de salir de allí, no lo culpo.

-¿También puedo irme?- pregunté con la mirada baja.

-Claro, anda-  respondió amablemente mientras comenzaba a juntar sus cosas del escritorio.

***

Era media tarde, el sol estaba cayendo y yo me encontraba en mi habitación leyendo los apuntes del día de hoy, era algo que hacía como rutina, mamá insistía con que eso era bueno para no olvidar las cosas y pues, no tenía mucho que hacer… Sonó el timbre una, dos, tres veces.

-¡Abre cariño! ¡Debe ser George!- gritó mamá desde el baño. Bufé molesta y bajé las escaleras para ir a abrir la puerta.

-Hola George- saludé al niño quien me dedicó una tierna sonrisa.

-Hola Kris- me agaché a su altura para saludarlo y lo dejé entrar, antes de saludar a su madre quien lo veía desde el auto y se fue cuando entramos.

-Bien… ¿Quieres algo? Mamá entró a ducharse nose cuanto demorara- me encogí de hombros.

-Agua por favor- pidió con su dulce voz a lo que sonreí.

-Ok, ven conmigo- le dije para que me siguiese a la cocina. Le serví agua, se la entregué y en ese momento me di cuenta que no sabía qué hacer junto a un niño por lo cual deseaba que mi madre llegara ya.

-¡Hola George!- saludó mamá con entusiasmo y el niño hizo lo mismo.

-Hola Grace-

-Pues… los dejaré solos y seguiré con mis cosas- mis cosas, que patético sonó eso, como fuera, subí a mi habitación a pasar el rato.